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'Aliadas', la historia de las niñas de Shatila que usaron el baloncesto para desafiar al futuro
Txell Feixas describe un proyecto revolucionario en un campo de refugiados con un equipo de baloncesto femenino por el que han pasado ya 150 niñas
En las afueras de Beirut hay una pequeña Palestina, Shatila, una "cárcel a cielo abierto" en poco más de un kilómetro cuadrado, que es escenario de un proyecto revolucionario, un equipo de baloncesto femenino por el que ya han pasado 150 niñas y que la periodista española Txell Feixas describe en su nuevo libro 'Aliadas'.
Feixas, que fue corresponsal en Oriente Medio durante seis años, regresa de nuevo al campo de refugiados de Shatila, donde miles de personas intentan hacer un hogar de favelas verticales donde apenas llega la luz, para contar la historia de un equipo pionero, que nació del deseo de un padre por proteger a su hija.
"Es una historia que me golpeó y a la vez me enamoró", explica en una entrevista con motivo de la publicación de 'Aliadas. Las niñas de Shatila desafían las reglas del juego' (Capitán Swing), una historia que nace de una de sus primeras crónicas como reportera en la región.
En Shatila encontró "el peor sitio donde se puede vivir en el mundo", pero también "un milagro" que usa el baloncesto como "instrumento de supervivencia y resistencia", donde la cancha se convierte en un espacio "de liberación y seguridad".
El amor de un padre a su hija
Hace diez años, Madji, uno de los 30.000 refugiados del campo, creó este equipo de baloncesto para salvar a su hija Razan del matrimonio infantil, un terrible destino que sufren muchas niñas en Shatila.
Madji fue casa por casa, convenciendo a otros padres para que permitiesen a sus hijas unirse al equipo, que entrena en un "intento de pista" con canastas mal colocadas y pelotas desinfladas situada en el quinto piso de un edificio, según lo describe Feixas.
Es mejor alternativa que jugar en la calle, un espacio que en Shatila está reservado a los hombres y donde las niñas son víctimas de acoso, insultos, intimidaciones e incluso agresiones.
Este hombre, descendiente de palestinos que huyeron a Líbano en 1948, es según la autora del libro, "un agente de cambio que rompe los estereotipos que mucha gente tiene del hombre en el mundo musulmán".
Madji no tiene "un manual de feminismo", añade, sino que aplica el sentido común y ve que casar a las niñas "es una aberración".
Feminismo de supervivencia
El libro no cuenta sólo la historia de Madji, sigue las vidas de muchas de las jugadoras que han pasado por el equipo desde que se creó hace diez años.
Es también la historia de Azaz, que entró al equipo convencida de que su sueño era ser una "buena esposa" y ahora estudia y juego al baloncesto en Europa, o la de Amena, que encontró en el deporte su vocación profesional, la fisioterapia.
"Me parecen ejemplos del poder transformador del deporte, que Madji vincula a la educación", comenta Feixas.
La periodista expone que muchas mujeres en Shatila, y Oriente Medio en general, no se definen como feministas "porque no tienen tiempo para debatir el concepto", sino que para ellas el feminismo es una forma de sobrevivir: "Las valentías más potentes que yo ha visto son heroicidades cotidianas".
Contar la causa palestina
Con el paso del tiempo, a las niñas palestinas del equipo se han unido libanesas y sirias, que han hallado en el campo de refugiados un equipo que no encontraban en su propia ciudad.
Así, Beirut y Shatila, dos realidades que, según Feixas, "permanecen de espaldas", se han acercado y las niñas sirias y libanesas han hecho suya también la causa palestina de sus compañeras refugiadas.
"A través de Madji y sus amigas palestinas conocen su cultura y la masacre que sucedió en el campo", explica refiriéndose a cuando en 1982 las milicias libanesas cristianas entraron en Shatila con el visto bueno de Israel y masacraron entre 700 y 3.500 refugiados, en su mayoría mujeres, ancianos y niños.
A pesar del sufrimiento en el campo, Feixas reafirma la necesidad de narrar las historias palestinas no sólo desde el drama, sino también desde la esperanza, que es lo que la periodista busca con su libro.
"Es un libro durísimo, pero narrado de una forma que da esperanza de transformación, lucha y resistencia", concluye.
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