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Un liberal de carrera y primer ministro de Países Bajos durante 14 años, Mark Rutte marcó la forma de hacer política en su país y se rigió por el 'modelo del pólder' neerlandés a la hora de negociar con aliados y enemigos para tomar decisiones por consenso, un estilo con el que aterrizó este martes como secretario general de la OTAN.
Rutte se despidió del gobierno el 2 de julio, entre halagos de sus socios y de la oposición, que le había criticado activamente durante sus 14 años de gobiernos. Tras decir adiós a los funcionarios, Rutte se subió a su bicicleta, y se marchó como un ciudadano más, no como el gestor del Estado neerlandés.
Se fue de vacaciones y apenas se le vio en público desde entonces. En agosto celebró su fiesta de despedida en un chiringuito en el barrio costero de La Haya, un convite con 1.400 invitados que costó 150.000 euros, por encima del presupuesto de 30.000 euros para estos casos, según el canal RTL.
El gabinete defendió que Rutte se merecía una "gran despedida", ya que gobernó el país desde 2010 y lideró cuatro gobiernos sucesivos, llegando a acuerdos con partidos de diferentes ideologías, desde la derecha radical en su primera legislatura, pasando por los socialdemócratas, los progresistas y los más conservadores como Unión Cristiana (CU) y los democristianos.
Junto a la crisis financiera en 2010 y la pandemia de COVID-19, la tragedia del MH17 -el derribo del avión de Malaysia Airlines en 2014 en Ucrania con 298 personas a bordo, en su mayoría neerlandeses- fue su peor pesadilla y "el momento más importante" de su vida política.
Llegó con 43 años a Het Torentje, su oficina en La Haya. Se convirtió en el primer jefe de gobierno liberal en casi un siglo. ¿La clave? Su capacidad pragmática de apostar por la búsqueda de acuerdos, sin importar con quién, y aplicando a rajatabla el modelo del 'pólder', el consenso a la neerlandesa por el que se ponen sobre la mesa las diferencias de todos, para solo salir de la reunión con un trato.
Eso también le perfiló como el eterno superviviente y un político con una capacidad camaleónica de adaptarse a paisajes complejos y salir ileso de los escándalos. Su récord de permanencia en un gobierno europeo solo lo supera el húngaro Viktor Orbán, con quien mantuvo varios rifirrafes en los últimos años, pero acabó ganando su apoyo para liderar la OTAN.
Rutte también dejó varios momentos virales, como los de su "amnesia conveniente". En 2021 se evidenció que mintió al Parlamento al negar que quería deshacerse de un diputado crítico encontrándole una "posición en otro lugar", lejos de su escaño. Preguntado por ello, dijo: "No tengo memoria activa de eso", una expresión que ha sido incluida en el diccionario Van Dale de la lengua neerlandesa.
Tras cada escándalo, la sociedad tardaba días en perdonarle mentiras y errores: se le volvía a ver saludando a unos y otros por la calle, y le volvían a votar en las siguientes elecciones, incluidas aquellas que había convocado tras dimitir por algún escándalo.
Su marca de identidad ha sido la "normalidad", lo que le valió el aprecio de neerlandeses de todas las ideologías, que votaban a su persona, más que a su partido VVD: da clases una vez por semana en un instituto, va en bicicleta sin una seguridad obvia, vive en la misma casa desde hace décadas y conserva su Saab destartalado aparcado en la puerta.
El mayor de seis hermanos, Rutte nació el 14 de febrero de 1967, y quiso ser pianista, pero no logró ingresar en el conservatorio, así que acabó estudiando Historia en la Universidad de Leiden. Terminó en 1992, empezando su vida laboral en el sector privado, hasta que en 2002 empezó su carrera de éxitos en la política, siempre en el partido liberal VVD.
En lo personal, Rutte siempre fue un hombre reservado y solitario. Perdió durante la pandemia a su madre, la "mujer de su vida", y nunca se le ha conocido pareja.
Ahora que asume la secretaría general de la OTAN, Rutte marca récord: es el cuarto neerlandés al frente de la organización, ningún país de la Alianza puede decir lo mismo.
Lejos de las calles de La Haya, podrá poner en práctica su papel de mediador para mantener la sintonía entre los 32 socios.
"Lo hice lo mejor que pude. Cometí errores. Algunas cosas funcionaron, otras no. Pero lo dí todo", dijo al despedirse de Países Bajos. Quizás algún día se le escuche decir lo mismo sobre la OTAN.
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