22/06/2025
España ante el espejo: incertidumbre, desgaste y un nuevo pulso en Castilla y León
Lectura estimada: 2 min.
El clima político que atraviesa España en este 2025 es el de un país que acumula demasiado ruido y escasos consensos. A nivel nacional, la sucesión de escándalos, el cansancio institucional y la creciente desconexión entre representantes y representados han dibujado un escenario marcado por la desconfianza. El Gobierno de Pedro Sánchez, cercado por casos judiciales, cuestionado por la oposición y con un relato cada vez menos eficaz entre sus propios votantes, intenta resistir un desgaste que parece ya estructural. Y aunque los problemas se focalizan en Madrid, su eco resuena en cada territorio, también en Castilla y León.
Aquí, sin embargo, el tablero se ha movido de forma singular. Alfonso Fernández Mañueco gobierna actualmente en solitario, tras la ruptura del acuerdo de coalición con VOX que marcó el anterior tramo de la legislatura. El divorcio político entre PP y VOX, lleno de reproches y tensión acumulada, ha devuelto a Mañueco a una gestión más personalista, sin socios de gobierno pero también sin mayoría suficiente para avanzar sin acuerdos puntuales. Castilla y León entra así en una etapa de gobernabilidad en donde cada ley, cada decisión estratégica, depende del cálculo fino y de una oposición que, aunque dividida, sabe que su peso puede inclinar la balanza.
Las encuestas reflejan una realidad ambivalente: el Partido Popular y su presidente regional mantienen un respaldo firme, incluso en ascenso, pero ese respaldo no se traduce, por ahora, en el ansiado horizonte de la mayoría absoluta. Hay reconocimiento ciudadano, sí, pero también cautela. El votante aprecia la estabilidad institucional y la imagen de experiencia, pero no olvida los episodios de tensión vividos con su anterior socio ni el desgaste que puede implicar gobernar sin aliados estables.
Mientras tanto, el PSOE, tanto a nivel nacional como autonómico, transita por uno de sus momentos más difíciles. Las investigaciones por presunta financiación irregular, los errores de gestión y la falta de una narrativa renovada han debilitado su posición, incluso en sus antiguos bastiones. El partido, que aún conserva un suelo electoral sólido, parece atrapado en una dinámica defensiva, alejado del impulso renovador que alguna vez le dio ventaja.
Castilla y León se encuentra así en una coyuntura donde la política vuelve a parecerse peligrosamente a un juego de estrategias y no de soluciones. Y eso, en un momento de incertidumbre económica, de retos demográficos persistentes y de necesidad de transformación en el modelo productivo, puede ser un lujo que no nos podemos permitir.
Instamos a la clase política, en todos los niveles, a elevar el tono y el fondo. A recuperar la palabra diálogo sin convertirla en una coartada vacía. A entender que la confianza del ciudadano se gana con coherencia, no con maniobras. Castilla y León tiene una oportunidad para demostrar que se puede gobernar desde la responsabilidad, incluso en minoría, y que la política puede volver a estar al servicio de la sociedad, no de sus propias urgencias.
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