carta del director

Mañueco quiere imponer su ritmo (y su calendario)

Alfonso Fernández Mañueco ha decidido mantener el pulso firme: las elecciones autonómicas serán en marzo de 2026. El presidente de la Junta no se deja arrastrar por la ola del adelanto electoral en Extremadura ni por los movimientos internos que, de forma más o menos discreta, sugerían que quizá convendría anticipar la cita con las urnas. Mañueco quiere agotar la legislatura y completar un ciclo de estabilidad que contrarreste la imagen de improvisación y ruido que ha dominado buena parte del debate político nacional.

Esa apuesta por la calma —más que por la quietud— enlaza con la nueva estrategia de comunicación del Partido Popular de Castilla y León, que ha lanzado en los últimos días una campaña orientada a reforzar la idea de una gestión sólida, eficaz y sin estridencias. El lema no está explicitado, pero el mensaje es evidente: menos ruido y más nueces. Un guiño popular que pretende convertir la sobriedad en virtud y proyectar la imagen de una Comunidad que avanza sin escándalos ni sobresaltos, mientras otras se consumen en disputas internas o electorales.

Sin embargo, la pregunta inevitable es si esta campaña llega a tiempo y si su mensaje tiene la fuerza necesaria para mover voluntades en un momento en que el debate político y mediático exige relato, energía y visibilidad. La apelación a la moderación y a la eficacia puede resultar útil en un contexto de saturación y crispación, pero también corre el riesgo de sonar a complacencia. Castilla y León no es inmune a la sensación de desgaste institucional ni a la demanda de renovación que atraviesa a todo el país. Y un mensaje excesivamente plano, sin narrativa concreta ni objetivos tangibles, puede diluirse en la indiferencia ciudadana.

El reto de Mañueco y del PP es, por tanto, doble. Por un lado, mantener la estabilidad institucional, que sigue siendo un activo político en una comunidad con fuerte tradición conservadora. Por otro, dotar de contenido y de resultados visibles a esa promesa de eficacia silenciosa. Porque las "nueces" deben notarse: en empleo, en servicios públicos, en inversiones, en innovación. El ciudadano puede aceptar que haya menos ruido, pero no que haya menos resultados.

Mientras tanto, el PSOE de Castilla y León atraviesa un momento de desconcierto profundo. El acto celebrado el pasado fin de semana en León, concebido como una demostración de unidad y relanzamiento, acabó convirtiéndose en un episodio embarazoso. La organización fue caótica, la asistencia menor de lo esperado y la ausencia del alcalde de León —ni siquiera invitado— proyectó la imagen de un partido fragmentado, incapaz de cohesionar liderazgos ni construir un discurso reconocible. Paradójicamente, el único socialista que salió fortalecido del encuentro fue precisamente el que quedó fuera de la foto. Una metáfora que ilustra el vacío de dirección que atraviesa el socialismo autonómico.

Castilla y León entra así en la recta final de la legislatura con un panorama preelectoral definido. Mañueco quiere marcar los tiempos y se presenta como garante de estabilidad, el PP intenta consolidar su perfil gestor ante el posible crecimiento de VOX y el PSOE continúa sin brújula. En este escenario, la serenidad puede ser un valor, pero no un escudo. Si el mensaje del PP quiere tener recorrido, deberá demostrar que la política silenciosa también produce frutos visibles. Porque al final, en Castilla y León como en cualquier lugar, no basta con decir "menos ruido y más nueces": hay que mostrarlas.