Unas buenas palabras
Desde los tiempos más antiguos, la escritura se ha convertido en el medio más utilizado para difundir ideas, conceptos y propuestas. Tal es el caso que ante cualquier inconveniente se recomienda que escribamos en un papel qué intenciones tenemos y qué plan vamos a seguir para resolverlo.
Es posible que los antiguos escritos no conozcan a un nivel neurocientífico cómo responde nuestro cerebro cuando plasmamos en papel lo que sentimos, ni falta que hace. Los resultados sí lo conocían y existen miles y miles de tratados sobre cómo influir en nuestra conducta a través de las palabras. Muchos de estos tratados fueron escritos en la antigua Grecia, cuna de los filósofos más importantes de la historia y que aún siguen siendo estudiados hoy en día por el poder transformador que tienen sobre las personas.
Nosotros ahora sabemos que escribir ayuda a la corteza prefrontal del cerebro a matizar el escenario real, etiquetando las cosas por su nombre y obligando a la persona a pensar con más lentitud, lo que da acceso directo a tomar mejores decisiones. Lo que importa aquí es si lo que escribiremos será para solucionar algo o para mantenerlo. Dicho de otro modo, si sacaremos la verdad a la palestra o mentiremos como cobardes. En general, la gente no habla abiertamente de sus problemas tanto como les gustaría, el temor al rechazo y a quedar en evidencia hace que ante la pregunta de si se encuentran bien casi todo el mundo conteste que sí, sin mayores explicaciones. Sin embargo, en la oscuridad de una mesa y una hoja de papel el mundo se vuelve muy abierto y poco hostil.
Una carta debe tener carácter personal y resolutivo. Personal porque debe ir al grano de los problemas sin dispersarse, y resolutivo porque no se escribe para manchar una hoja, sino para solucionar una vida. Las cartas poseen un poder especial para organizar las ideas, incluso las que más miedo da reconocer. Si escribimos para agradecer algo a alguien no haremos a nuestro cerebro trabajar, pero si lo que tenemos es que comunicar una mala noticia entonces las reglas cambian. Seremos más meticulosos eligiendo las palabras con las que queremos trasladar una noticia que podría causar mucho daño si no se tiene cierto cuidado, buscaremos tender la mano, no una trampa, querremos solucionar y tranquilizar. ¿Qué pasa si los que estamos mal somos nosotros y resulta que todo el mundo a nuestro alrededor no para de mimarnos, como si nos fuésemos a romper en mil pedazos? Ya estamos todos rotos, es así como entra la luz. Lo decía Hemingway y lo puedes comprobar tú cuando quieras.
Las cartas no van a hacer que te conviertas en un premio nobel, o sí, pero esa no es su misión, sirven más que nada como guía cuando la cabeza no es capaz de poner en orden todos tus pensamientos. Las personas emocionalmente fuertes no huyen de lo que piensan, no le hacen feos a los dramas que provienen de las imágenes que se les repiten durante semanas y meses cuando sufren un golpe duro. Las afrontan y se respetan en el proceso de pasarlo mal hasta que las ordenan, hasta que ordenan su cabeza y la ponen de nuevo lista para trabajar.
Lo ideal es no necesitar escribir para organizar nada, para empezar porque exige no caer en juegos de sobrepensar tanto las cosas que uno no sabe con exactitud qué significan. Pero si hemos de hacerlo lo que más se necesita es ser completamente honestos. He conocido personas, seguramente como tú, que se han pasado décadas de su vida sufriendo por problemas a los que nunca buscaron una solución y cuando dijeron querer hacerlo buscaron excusas falsas, algo que responsabilizase a otra persona u otra circunstancia para no plantar cara a algo doloroso. Tienes que escribir, y no solo para desahogarte sino para solucionar problemas que te perpetúan en el sufrimiento. Es una estupidez sufrir cuando existen caminos para solucionar o por lo menos aliviar tu dolor, y es tu responsabilidad utilizarlos para hacer algo bueno con tu vida en lugar de cargarlos en la mochila y expresarlos al mundo en forma de resentimiento. Es bueno por ti y por los demás que te vuelvas capaz de solucionar, no solo de cargar. Tienes que escribir para convertirte en una persona mejor.