¿La última ocasión?

Estamos en Navidades, días de familia, de reconciliación y de paz. Espero que, pasadas las primeras reacciones postelectorales, nuestros partidos políticos reflexionen un poco y se dejen llevar por estas ideas, que tienen un valor universal para todos los ciudadanos, sean o no creyentes. Es hora de diálogo, de guardar las hachas, de llegar a acuerdos, de sacar a España del atolladero, de pensar que hay muchos millones de españoles que no pueden esperar más.
Ni siquiera los no adictos a la televisión podemos liberarnos o escondernos. Si quieres seguir algún telediario en español, tendrás que tragarte debates electorales que no conducen a nada: insultos, “y tu más” y puesta en escena de “salvadores de la patria”, pero que lo que realmente pretenden es salvar a su propio partido o salvar su propio cargo.
Estamos en la era de los reality-shows. Y ahora, en época de elecciones, los debates políticos tienen que ser también lo más parecido a este tipo de programas. Se trata de ante todo de triunfar, utilizando todo tipo de argumentos, y de cuidar al máximo todo tipo de detalles. Hay que triunfar sea como sea, por el desparpajo, por la facilidad de respuesta, por lo simpático que aparezcas.
“Esto es una guerra”, dijo Holande, el presidente francés, y su valoración empezó a subir. Diez puntos en el espacio de unos días.
Los graves acontecimiento de París nos han demostrado que por encima de todas las fronteras físicas y de las barreras nacionales hay unos valores que nos unen a todos los ciudadanos , cualquiera que sea nuestro país de origen, y mucho más, como es lógico, cuando se trata de unos atentados en un país vecino. Nos han demostrado también que las nacionalidades y las fronteras son algo artificial.
¿Se trata del problema más importante en la actualidad la soberanía catalana? Los políticos, en más de una ocasión, miran demasiado hacia otros lados... por no hablar del tema de los referendos.
Votar es más complicado de lo que parece, porque hay que valorar bastantes más cosas que darle tu confianza a un simple candidato. Detrás hay mucho más.
¿Tendremos que llegar a poder gozar del inmenso privilegio de que nos llamen extranjeros en nuestra propia ciudad, cuando se proclame la república catalana?