Soy periodista, con perdón
Me llamo Esther Pedraza y soy periodista, con perdón.
Esto de la comunicación es como el ritmo, se lleva o no en la sangre. Uno elige este oficio porque le gusta contar historias y las cuenta bien. Otros, como todo el mundo sabe, tienen razones que la razón no entiende, pero ahí están.
Mi padre, que era un sabio, me dijo que encaminara mis pasos a otras disciplinas más productivas: “estudia farmacia y serás siempre una señora”. Y yo, que era una inquieta irreverente, me di cuenta de que había muchas cosas que me interesaban y no estaban en un prospecto farmaceútico. Asi que tiré por la calle de en medio y pasé a formar parte de “la canalla”, como algunos nos llamaban.
En estos 25 años he tenido ocasión de entrevistar a personas excepcionales, como Severo Ochoa, que me confesó arrobado que un país que pensaba que Fleming descubrió la penicilina por casualidad, pero que Sanchís avanzaba inteligentemente por el área no iba bien encaminado.
La radio me ha regalado los mejores momentos, y he volado con un grande como Luis del Olmo, que me enseñó que los protagonistas siempre, siempre, son los oyentes.
En televisión he aprendido lo que cuesta hacer las cosas bien, sin dejarte contaminar por estériles vanidades. Chicho Ibáñez Serrador fue un maestro implacable, al que debo más de lo que nunca podré dar. Maria Teresa Campos me llevó de la mano a vivir y contar toda la actualidad a un ritmo endiablado, a ponerme delante de las cámaras y a defender mi ética frente a cualquier “mandado”.
En cada proyecto un aprendizaje, porque se aprende de todos si uno es capaz de tener abierta la puerta de entrada de las vísceras. Hay quien cree que es ahí, en el estómago, donde se encuentran todas las emociones, prejuicios y miedos. Abierta esa puerta, por ella entran todas las palabras y todas las imágenes, incluso las que hacen daño.
Los periodistas somos como sicarios y elegimos el medio siempre que el medio nos elija a nosotros, pero los que de verdad lo somos, los que no hemos llegado por un golpe de efecto de cámara, tenemos a nuestro favor que lo somos siempre, con el mismo entusiasmo y los mismos deseos de trasladar lo que pasa a aquellos que no pueden vivirlo.
Ahora Tribuna me da la oportunidad de asomarme a su mundo un par de veces por semana para compartir mis delirios femeninos con ustedes. Y yo, que soy una gran defensora de ese universo imposible en el que nos movemos las mujeres, me aplico a ofrecerles un punto de vista cercano, real y reflexivo, de la mano de esas heroínas que luchan por llegar a fin de mes y tienen la rara habilidad de estar perfectas en su trabajo y en su vida personal. Madres, esposas, amigas o hijas nos dan una lección diaria con su sentido común que no podemos desperdiciar.
Todas somos un poco descreídas y sólo coincidimos en una cosa: la única verdad son los afectos. Y eso, el afecto, es lo que marcará cada entrega de este blog, aunque muchas veces haya que leer entre líneas para encontrarlo.
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