Cuaderno de bitácora

Cuaderno de bitácora

Por Sonsoles Sánchez-Reyes Peñamaria

El Rey Breve


 

Nuestra historia presenta esta situación atípica: el reinado de 45 años de Felipe V, el más prolongado desde la conformación de España como Estado, está dividido en dos partes casi iguales por un paréntesis entremedias, que a su vez se corresponde, paradójicamente, con el reinado más breve de la Monarquía española, los 7 meses de su hijo Luis I.

Felipe V fue el primer soberano español de la dinastía Borbón. Llegó a la sede regia por haber fallecido el último de la Casa de Austria, Carlos II, sin descendencia. Disputándose el solio español los pretendientes francés y austríaco, ambos con lazos de sangre con el difunto, se desencadenó la llamada Guerra de Sucesión, que tras 13 años de combates entre los bandos en suelo peninsular, concluyó con la consolidación en el trono de Felipe de Anjou, nieto del Rey Sol francés, como Felipe V.

En pleno conflicto armado, Felipe contrajo matrimonio con María Luisa Gabriela de Saboya, enlace del que tres hijos, todos varones, superaron la primera infancia: Luis, Felipe (fallecido con 7 años) y Fernando (que llegaría a empuñar el cetro como Fernando VI).

Se había anunciado que la reina se encontraba encinta a principios de 1707, y el 12 de febrero esta continuó la tradición de las monarcas españolas de visitar a la Virgen de Atocha para pedir un feliz término del embarazo. El pueblo aclamó a la soberana todo el recorrido. Meses más tarde, Luisa Gabriela volvería, con el recién nacido príncipe, a repetir la visita, como acción de gracias.

Luis, el primogénito de la pareja real, nació el 25 de agosto de 1707 en el desaparecido Palacio del Buen Retiro de Madrid; el primer rey Borbón alumbrado en suelo español. Felipe V lo sacó inmediatamente al balcón del palacio para que los madrileños lo contemplaran. Su bautismo con ese nombre indicaba la vinculación de la realeza española con el país galo: Luis es el apelativo por excelencia de los monarcas franceses, siendo el primero en portarlo el famoso rey Clovis, primer soberano de los francos, quien convirtió el reino al cristianismo. Ningún rey español había sido denominado así antes. Cuando el niño sucediera a su padre, sería Luis I.

El nombre asimismo hacía honor a su padrino de bautismo, su bisabuelo, Luis XIV de Francia, que no pudiendo desplazarse hasta España, fue representado en la pila el 8 de diciembre de 1707 por el duque de Orleans, que capitaneaba la facción francesa en la Guerra de Sucesión. Un día, el duque sería el suegro del futuro Luis I. El bebé fue portado hasta la iglesia por su aya, la poderosa Princesa de los Ursinos, sobre una silla de manos cubierta de espejos y brocados de oro. La celebración, de riguroso ceremonial, fue oficiada en la capilla real por el influyente cardenal Portocarrero, que pronto caería en desgracia.

Su llegada al mundo fue recibida con entusiasmo por la población, pues el último nacimiento de un heredero regio se había producido 46 años antes. Luis protagonizó con apenas 2 años el juramento como Príncipe de Asturias en el monasterio de San Jerónimo el Real, en Madrid, el 7 de abril de 1709, en una jornada festiva en que se concedió un indulto general. Ese mismo año, el niño contrajo varicela o viruela loca, que dejaría mermada su salud para siempre.

Contando poco más de 6 años, Luis perdió a su joven madre, de solo 25, que hasta entonces se había ocupado personalmente de su educación, lo que dejaría en él un perenne sello de tristeza. El rey Felipe V, viudo, también se sumió en una desesperación que comenzó a revelar las primeras muestras de su inestabilidad mental, que sería cada vez más pronunciada a lo largo de su vida.

Pero su segunda esposa, Isabel de Farnesio, lograría adaptarse perfectamente a su idiosincrasia, hasta convertirse en su mayor apoyo y ascendiente. Mujer fuerte y determinada, despidió a la Princesa de los Ursinos y tomó personalmente las riendas de la Corte.

Luis acompañaba a su padre en sus estancias en los Sitios Reales, y desde corta edad participaba en las monterías, lo que le despertó un precoz gusto por la caza como su mayor afición. El médico de Cámara del rey, Claude Burlet, en vano desaconsejaba la actividad por la mermada salud del joven.

Uno de los asuntos que Isabel de Farnesio gestionó de primera mano fue la elección de la reina consorte para el heredero de la Corona. La seleccionada fue la princesa francesa Luisa Isabel de Orleans, conocida como mademoiselle de Montpensier, familiar lejana del joven Luis. Era hija del duque Felipe de Orleans, en ese momento regente de Francia durante la minoría de edad de Luis XV. Las informaciones llegadas sobre ella incluían muchas virtudes, como belleza y carácter apacible.

Felipe V, a la vez que solicitaba para su primogénito la mano de la hija del duque, ofrecía a su hija, la infanta Mariana Victoria, de 3 años, para desposarse con Luis XV, de 11. Las propuestas fueron aceptadas en octubre de 1721. El 9 de enero de 1722 se llevó a cabo el intercambio de princesas en el lugar acostumbrado de la isla de los Faisanes, en el río Bidasoa, donde se había construido un pabellón para alojar los rituales diplomáticos.

El enlace se efectuó el 20 de enero de 1722 en el Palacio Ducal de Lerma, Burgos, cuando Luisa Isabel contaba 12 años y Luis, 15. Dos días después, regresaban a Madrid, a las fiestas de celebración de los esponsales.

Inmediatamente se reveló la profunda discrepancia entre la descripción recibida de la princesa y la realidad. Mostraba severos trastornos de comportamiento, que no corregía por mucho que le indicasen su marido, a quien ignoraba, o su círculo cortesano. Aparecía en ropa interior, jugaba desnuda en los jardines de palacio, se negaba a lavarse y desprendía mal olor, se escondía para comer compulsivamente y realizaba tareas erráticas como limpiar superficies con su propio vestido. "No le gusta su mujer ni a su mujer él", escribía el Mariscal Tessé, y el embajador inglés William Stanhope corroboraba "el alejamiento cada vez más patente de Luis hacia ella". Este buscaba consuelo en juergas nocturnas y entretenimientos al aire libre, como el juego de la pelota o la equitación.

Dos años después del enlace, Felipe V, con 40 años y aquejado de severos problemas mentales, decidió abdicar para dedicarse a cultivar la salvación de su alma. Lo comunicó al Consejo de Castilla el 10 de enero de 1724 y su hijo firmó la aceptación cinco días más tarde.

En el trayecto de Luis y su esposa a Madrid desde El Escorial, el 7 de febrero de 1724, fueron vitoreados por el pueblo. Dos días después, en la Basílica de Atocha, el joven de 16 años era proclamado rey y se transformaba en Luis I de España.

Por su inexperiencia, Felipe V dispuso la creación de un gabinete para asesorarle, formado por sus leales. Así, Felipe V e Isabel de Farnesio continuarían controlando el reino desde su retiro en el Palacio de La Granja de San Ildefonso (Segovia). Pero pronto alrededor del nuevo rey comenzó a situarse un grupo de poder, el 'partido español', que buscaba disminuir el seguidismo francés de Felipe V. Esto motivó los conatos de Luis I de dar un giro a la política exterior del reino, más centrado en América y el Atlántico y menos en la recuperación de las posesiones europeas perdidas en la Guerra de Sucesión.

A su ascensión al trono, se acuñaron monedas con su efigie. Aprobó ordenanzas para el mejor gobierno de México y creó un nuevo título nobiliario, según la costumbre de los soberanos. Muy popular entre el pueblo, fue conocido como 'el Bien Amado' y 'el Liberal'.

Tras un episodio público especialmente desquiciado de su esposa, el rey ordenó encerrarla en sus aposentos del Palacio Real entre el 4 y el 10 de julio, hasta que ella le envió una carta pidiéndole perdón. "Su desarreglo va en aumento", escribió su majestad a su padre.

Pero a Luis I no se le concedió tiempo para ejecutar cambios significativos. Tras siete meses reinando, enfermó. Su mujer extrañamente cambió de actitud y le cuidó personalmente, contrayendo el mal, aunque pudo superarlo.

El proceso de la enfermedad transcurrió velozmente en la segunda quincena de agosto de 1724. Del 7 al 12 de agosto, Luis I visitó a sus padres en La Granja de San Ildefonso. Desde allí escribió una carta a su hermano el infante Fernando, de cuya lectura se infiere que todo acontecía con normalidad, dedicado a la caza y a pasear por los jardines. De regreso a la Corte, reanudó su actividad ordinaria, sufriendo un mareo el día 16, pero continuó con su agenda y el día 18 asistió al Consejo. El día 20, el médico Juan Higgins advertía a Isabel de Farnesio de los primeros síntomas de la viruela, ordenando mudar a los infantes al alcázar para evitarles el contagio. Poco sospechaban todos que era la última década de existencia del alcázar madrileño: un devastador incendio en 1734 lo reduciría a cenizas.

El 24 de agosto la Corte tuvo esperanzas de la recuperación de Luis, pero se agravó el 29 de agosto. El día 30 se trasladaron cuerpos de santos como el de San Isidro Labrador al aposento del monarca, buscando un milagro. Ese mismo día, Luis I firmaba su testamento. El 31 de agosto, de madrugada, fallecía el rey, con 17 años. Se organizaron unos solemnísimos funerales, y su sepelio en el Panteón de Reyes del Monasterio de El Escorial. La inexistencia de una etiqueta propia de la Casa de Borbón obligó a seguir la de los últimos Austria. Su cuerpo fue expuesto en el Salón de Reinos del antiguo Palacio del Buen Retiro para recibir homenaje. Concluía el reinado más efímero de la historia de España, 229 días, que valdría al monarca el apelativo de 'el Breve' o 'el Rey Silueta'.

Al morir Luis I sin descendencia, se abría el dilema de la sucesión, pues en su testamento había designado heredero a su padre, contraviniendo los términos de la abdicación de Felipe V, que establecía que en este caso la Corona pasaría al siguiente hijo, Fernando, a la sazón de 10 años.

Pero la reina convenció a su cónyuge de consultarlo con una Junta de teólogos, cuyo dictamen fue que el inesperado curso de los acontecimientos traslucía la voluntad divina de que Felipe V volviese al trono. Y el monarca dejó su retiro para hacerlo así. Devolvió de inmediato a Francia a su nuera Luisa Isabel, allí ingresada en un convento y aislada de por vida. Por su parte, los franceses reintegraron a España a la pequeña Mariana Victoria, quedando roto su compromiso con Luis XV. Aunque un día llegaría a ser reina de Portugal. El paso de los años elevó a Isabel de Farnesio a gobernante de facto, pues el evidente progreso de la enfermedad mental de su marido le imposibilitaba para ello. Fernando no llegaría a alzarse como Fernando VI hasta la muerte de su padre, en 1746. Aunque, a su vez, moriría sin progenie, heredándole su medio hermano Carlos.

El compromiso suscrito por Francia y España era que el infante Carlos, futuro Carlos III, primer hijo varón de Isabel de Farnesio y Felipe V, llegada la pubertad, se casaría con la hermana pequeña de Luisa Isabel, llamada Felipa Isabel, que fue a España con ella a los 8 años. Pero, enviudada Luisa dos años después, las dos volvieron a su país de origen. Ambos niños, Felipa y Carlos (él tenía 6 años cuando la conoció) se cayeron muy bien. Felipa cautivó a la Corte española por su carácter dulce, en las antípodas del de su hermana mayor, y años después Carlos aún se mantenía firme en su idea de desposarla. Pero ella murió de viruela en París con 19 años y el curso de la historia cambió, una vez más. Si Jenner hubiera nacido un siglo antes, todo habría sido radicalmente distinto.